Monday, April 20, 2009

Entre Radiohead y Barack Obama

La Obamanía fue tan odiosa como la Radioheadmanía
No estuve al tanto de la visita de Obama en tiempo real, hojeaba los periódicos y alcancé a ver un resumen en la televisión cuando se fue. Una visita corta, afortunadamente. Es decir, México podría ser una de sus prioridades (¿o debería?), pero el show que se montó para recibirlo y pasearlo, lo supimos bien, fue exagerado. Imaginemos ahora una visita de tres días. Si bien es cierto que se trata de “El hombre más poderoso del mundo” y “El primer presidente afroamericano en la historia de los Estados Unidos” –que no es cualquier cosa-, su visita careció de sustancia o motivo real que no fuera el protocolario, cumplir con la política del buen vecino. Pero fue rica en despliegue de ostentación, seguridad y espectáculo. Hubo gente que salió a las calles no para ver el paso de un personaje histórico, sino el de su coche o el de su avión, eso me pareció la peor pendejada de todo esto (al gris y mediocre Sarkozy por lo menos lo iban a ver porque todos querían checar a su esposa Bruni), ¿qué tiene la gente en la cabeza? Por supuesto, las quejas no tardaron en brotar: los cierres de calles, la seguridad excesiva y el tráfico siempre joden al ciudadano que mediocremente se queja pero mansamente acepta. Encima, el implacable martilleo de los medios informativos saturaron el espacio con la figura de lo que más parecía un rockstar, un mesías o una profecía de Nostradamus en persona.

Con Radiohead sucedió algo similar
Confieso que no soy su seguidor y conozco poco su música, les he escuchado buenas canciones y me parece un grupo tan normal en términos musicales que nunca me ha jalado a sumergirme en su obra. Ya sé que esto es pecado y por eso lo confieso. Sin embargo, me sirvió para observar con otros ojos su visita. La Radioheadmanía, al igual que la de Obama, fue desmedida y llevada a los extremos del fanatismo (lo cual no me hace mucha gracia, cualquier fanático –deportivo, religioso, político, artístico- es de cuidado). Para mi muy personal punto de vista, los méritos artísticos de este grupo no tienen la talla del fenómeno mediático en el que se han convertido. Para mí están muy lejos de ser “La banda del siglo”, como se les ha dado en llamar, pero respeto los gustos ajenos y si alguien se corta las venas por ellos está bien, pero que no salpiquen. Mañana, tarde y noche sólo se hablaba sobre la figura “genial” de York y se escuchaba su música, porque él es Radiohead. De pronto todo el mundo era fan from hell y enloqueció como si se tratara del último concierto de rock sobre la tierra.

Víctimas de las “manías”
No son los fans, ni el grupo o el político los que generan estas “manías” masivas, sino los medios que de eso viven. El bombardeo informativo es de tal intensidad (tele, radio, prensa, internet, exteriores) que termina por acarrear a miles de personas guiadas por la urgente necesidad de estar ahí, en el concierto del grupo del siglo. Te hacen sentir que es un must, debes asistir o estás out, todo el mundo estará ahí menos tú. Desde semanas antes la gente te preguntaba con ansiedad si ibas a ir como si fuera El Evento Social Imperdible. Mientras la ciudad se paralizaba por las presentaciones de Radiohead y en los medios se rasgaban la ropa, yo escapaba de aquí para pasar el puente en Guadalajara con Jessica. Radiohead no me habla y las multitudes radioheadianas en procesión me provocaron una especie de fobia. Lo curioso es que nadie de los quejosos por la visita de Obama tuvo a bien quejarse de manera tan obvia por la visita de Radiohead y las incomodidades que causaron (incluyendo los tumultos en el aeropuerto, donde fastidiaron al genio en turno del pop). Obama me cae mucho mejor que Bush y sólo tuve que cambiar mi ruta para ir a trabajar como lo hago casi todos los días por las obras del Bicentenario. Comparto su interés por el tema ambiental, el cambio climático y el impulso que le está dando al uso de la bicicleta. Es un fenómeno mediático de su propia talla.