Del punk a la primera ópera rock

Tommy es una obra que escucho con cariño al derecho y al revés. La primera vez fue en la casa de una novia que se llamaba Verónica. Estábamos en secundaria y éramos vecinos, ella ponía los dos discos cada tarde y los escuchábamos juntos en su sala. El álbum era de su hermana mayor y a Verónica le fascinaba. Todos los recuerdos que me trae Tommy son así. Un día se lo pedí para grabarlo en mi casa y salí muy contento con los discos bajo el brazo. Al llegar lo puse en la tornamesa Garrard que teníamos y subí el volumen. No había terminado la Overtura cuando bajó mi papá contento y animado. Llegó a la sala y en vez del tradicional “bájale”, dijo: “Es Tommy, la primera ópera rock”, y empezó a revisar la funda minuciosamente. Me miró y muy solemne me dijo con la ceja alzada: “Esto es rock sinfónico”. Me quedé mirándolo con ojos de plato: mi jefe, tan serio y tan formal para la música clásica y el jazz, emocionado con The Who, como si de repente estuviera metidísimo en el Amazing Journey de la Acid Queen. Fue un momento cargado de magia y energía, mi jefe y yo rockeamos con The Who. Pocas veces hemos tenido una conexión tan auténtica. Y nunca lo he vuelto a ver así con un disco de rock.