¡Bomba!

La semana pasada volé a Mérida como esta paloma que está en aquella ciudad. Me lancé invitado por el Alex para conocer y entrevistarme con Carlos, el dueño de la agencia publicitaria donde trabaja como director de arte. Fue un viaje de scouting, me invitan a trabajar allá, entonces hice el primer trip de reconocimiento para explorar la posibilidad de mudarme.
Drako Marketing Group se encuentra en la planta alta de una plaza comercial muy soleada en la Zona Norte de Mérida, un desarrollo citadino de lujo que se ubica entre Cancún y Miami. Drako tiene varias divisiones: Punta de Lanza: Mercadotecnia Estratégica. Mirax: Publicidad Exterior y Promocionales. Y Kamaleónika: Agencia Creativa.
La agencia está chingona y bien montada, la bandita es personal de primera, una combinación de meridanos, chilangos y extranjeros que integran un equipo muy publicitario, es decir, muy sui generis. Cada elemento es un personaje.


El Alex (a) El Conejo (a) El Conejito de la Muerte: pintor, diseñador, fotógrafo y yogui-frogui. Gran broder con el que comparto el gusto por el punk rock, la pintura, las bicicletas y la yerba. Se encargó de que Mérida me guiñara seductora: fuimos al Mayan Pub a escuchar jazz en vivo y al cine club que se instala al aire libre por las noches en el jardín de un amigo. Un agasajo de vida nocturna. Hemos trabajado juntos en tres agencias, ya sería la cuarta. Aquí lo vemos junto a unos cuadros en proceso.
Felipe (a) El Feli: diseñador, artista gráfico y serigrafista que hace unas playeras muy suaves. Aquí lo vemos sentado en su estudio, una casona que renta en el centro de la ciudad (¡por 1,500 pesitos!) para convertirla en galería. El estudio fue nuestra baticueva de operaciones, siempre era de aquí a todas partes y de todas partes regresábamos aquí. Desde la azotea disfrutamos el desfile del carnaval yucateco.
La cleta plegable del Feli, una Turbo estilo Brompton hecha en Taiwán. Muy simpática, se dobla en cuatro movimientos y queda un paquetito que te llevas en la mano, la puedes acomodar en cualquier parte. Cuesta 3 mil pesos, pero creo que se puede conseguir una mejor, incluso una original inglesa, porque las piezas de esta Turbito son de mala calidad y la bici es frágil. En vez de cadena usa una banda de hule y varios componentes son de plástico, lo cual, en ciertas circunstancias, puede ofrecer un paseo suavecito...
Por supuesto, no perdí la oportunidad de probarla: aquí a punto de salir de la Galería Yucatán, donde el Alex, el Feli y los demás compas toman un taller de cine.

Si me pidieran definir a los yucatecos en una frase les pasaría esta imagen que tomé a la entrada de un estacionamiento. ¿Quién se expresa de esta manera tan original? Señalizaciones así nos urgen por toda la ciudad de México.