
Los ladrones vieron tras la puerta una herradura para que ningún demonio con patas de pezuña entrara, pero ellos ya estaban adentro. En algún lugar del interior, repleto de libros y revistas de ciencia, encontraron un pequeño altar y encima un billete de lotería doblado entre dos veladoras y la figura de San Judas Tadeo. Era la casa del físico que vivía de dar clases en la universidad católica, compraba su billete de la suerte cada domingo, con todo y que Einstein fue claro al decir “Dios no juega a los dados”.

Los seres humanos siempre nos hemos enfrentado a lo desconocido. Todo aquello que no logramos explicarnos racionalmente, lo que rebasa nuestro entendimiento y control, lo explicamos con el pensamiento mágico, la fuente de las supersticiones y las religiones. Esta forma de pensar pre científica se desarrolló en el cerebro por instinto, así como el hombre empezó a usar pieles para quitarse el frío y protegerse de los fenómenos naturales, también creó deidades, amuletos, mitos y leyendas para quitarse el miedo y protegerse de lo sobrenatural. Primero fue el temor a la noche, luego al hambre, a las enfermedades y a la muerte en la guerra. Todas las culturas del mundo tienen sus cosmogonías y formas de conocimiento, sus cultos y creencias, sus medios para predecir el futuro y prevenir el mal.

Cuando evolucionamos al pensamiento científico y las religiones se volvieron una fuerza de dominio y control, el pensamiento primitivo ya estaba programado en la mente humana y la tendencia a pensar de esta manera permanece grabada en la información que contienen las neuronas. Desde niños aprendimos y aceptamos por transmisión cultural que el trébol de cuatro hojas propicia la buena suerte, que la pata de conejo nos mantiene en contacto con los dioses o que un gato negro es un mensajero del Infierno. No sabemos cómo funcionan ni en dónde reside su poder, pero creemos ciegamente en ellos. Para las religiones eso es tener fe.

Desde aquella edad de piedra nuestra vida se divide en constantes y variables, pero se imponen las variables o el nada permanece, todo cambia, por lo que tratar de predecir el futuro y alterar su curso a nuestro favor es imposible. El universo de la suerte abarca todo aquello que es variable e impredecible o el nada es seguro, todo puede suceder. Ante esto, la ciencia y la religión son insuficientes para explicar y controlar lo que nos sucede todos los días, no bastan para evitar que la superstición domine a la mente y que busquemos a una bruja para consulta, que vivamos con amuletos o desarrollemos alguna manía al respecto. Existen fórmulas y recetas para lograrlo todo, sin embargo, cualquier cosa funciona siempre y cuando tenga algún significado particular para su poseedor. Todos creamos amuletos, cualquier objeto puede serlo: prendas de vestir, artículos de uso cotidiano, anillos, plumas para firmar, piedras y cristales de colores, billetes de a dólar doblados en la cartera, crucifijos, imágenes religiosas, medallas y colgijos de todo tipo…

Aquí existe una industria religiosa-mística-esotérica que oscila entre la charlatanería y la clandestinidad (a la tradición mística prehispánica agreguemos brujería, santería, astrología, numerología, tarot, cafeomancia, quiromancia, magia, espiritismo, lectura de piedras y caracoles), cuyas manifestaciones no son aceptadas por las ciencias ni por las iglesias, pero gozan de gran popularidad en todos los estratos. Los números no mienten, las matemáticas son infalibles. Las religiones, en cambio, se erigen incuestionables, tienen sus cultos y talismanes con autorización divina, por lo que sus verdades se imponen como únicas e irrefutables.

El destino está escrito para algunos y para otros es una página en blanco, hay quienes creemos que la vida es un volado y los que no creen en la suerte, el azar y la probabilidad. Sin embargo, ambos nos valemos de una infinidad de cosas para protegernos y tener la dicha: dinero, amor y salud. La proliferación de charlatanes de toda calaña que se anuncian ofreciendo sus servicios o las religiones y sectas patito que brotan todos los días con la salvación instantánea, son ejemplos que confirman una cosa: hoy seguimos pensando como los primeros hombres que salieron de las cavernas.

Así pues, los vecinos del astro físico saqueado le sugirieron que se hiciera una limpia con un brujo en Catemaco, tanta mala suerte en los últimos meses era señal de que estaba salado o le estaban haciendo un trabajito. Sus alumnos opinaron que se trataba de su karma, para ellos él había ocasionado el robo de su casa por ser un ojete. Poco después de huir con el billete de lotería ganador, los ladrones fueron capturados por la policía a pesar de que se encomendaban a la guadalupana antes de cada golpe. Dentro del penal se tatuaron a la virgen en los antebrazos y en el pecho para estar protegidos, pero al poco tiempo uno de ellos amaneció muerto a picahielazos. ¿Hombres de poca fe? ¿Quién les manda no encomendarse a la Santa Muerte?