Monday, March 23, 2009

“La fiesta es sagrada siempre que sea breve”

De Valle de Bravo a Eleusis en un trip entre el ácido y el ergot


“La fiesta tiende a una renovación del mundo

reforzada por el acompañamiento de música, danzas y un fármaco.”

Antonio Escohotado


Existe una línea lisérgica que une los reventones electrónicos en Valle de Bravo con las fiestas agrícolas en Eleusis, el poblado griego donde celebraban a la diosa Deméter en el 2000 a.C. El turista sicodélico de los raves mexiquenses está a punto de recorrer esa línea, siguiendo el brillo ácido y el ritmo hipnótico de los tambores techno en un viaje de Hofmann.Es probable que ignore la conexión entre el presente y el pasado, que no sepa siquiera sobre el Festival de Avándaro en 1971, en ésa misma tierra mazahua a la que peregrinaron más de cien mil chavos de la onda. El concierto congregó a una multitud de todos los estados de la conciencia para convivir, intoxicarse y rockear en paz. Se dice que fue nuestro de Woodstock, el Be-in de los jipitecas.
Las fiestas de ácido
La contracultura psicodélica inició en los Estados Unidos en los 60 y pocos fueron los que no probaron el LSD en los círculos universitarios donde floreció el movimiento para expandir la conciencia. La sustancia llegó a las mentes de los Estados Alterados a través de dos comunas formadas por catedráticos, intelectuales y artistas del underground con posturas distintas respecto al consumo de los psicoactivos, particularmente del ácido (legal hasta 1966). Una era la Liga para el Descubrimiento Espiritual, corriente de la costa Este con pretensiones visionarias, era encabezada por los sicólogos expulsados de Harvard, Thimothy Leary (el Apóstol del LSD), Metzner, Alpert y sus seguidores. Vivían en silencio, en una mansión cerca de Nueva York, donde tomaban LSD para meditar y realizar viajes astrales con fines místicos, según ellos.La otra corriente, abiertamente alucinada, surgió en la costa Oeste con el escritor Ken Kesey (el Capitán Viajes) al frente de los Alegres Bromistas, que se iban al extremo orgiástico de la fiesta como vía de liberación. Cargados en un autobús de colores, recorrieron su país cual circo eléctrico regando ácido en reventones multimedia llamados acid tests. Así brotaron estas fiestas de rock en las que encendían estroboscopios, proyectaban películas y cogían hasta decir basta para romper con las instituciones, principios, valores, y crear la sociedad del aquí y el ahora fundada en el amor y la imaginación, según ellos.
El que desciende del cornezuelo
El LSD fue sintetizado por el bioquímco suizo Albert Hofmann -fallecido el 29 de abril de 2008 a los 102 años-, quien logró unir el pasado, el presente y el futuro en un microgramo de ácido. En 1943, el doctor estudiaba los alcaloides de un hongo del centeno, el cornezuelo o ergot, en busca de un estimulante circulatorio y respiratorio para mejorar la oxigenación durante el parto. En el análisis de la ergonovina descubrió la dietilamida tártriga, el vigésimo quinto derivado que sintetizó del ácido lisérgico al que clasificó como LSD-25. Y de paso absorbió la sustancia por vía cutánea antes de caer en un extraño sueño… le intrigó tanto que se sometió a una prueba con 25 miligramos y el resultado fue un viaje revelador en bicicleta. Desde entonces se dedicó a investigar y a divulgar su descubrimiento, una sustancia emparentada con la serotonina y la dopamina, los neurotrasmisores que regulan el sueño, la temperatura del organismo, la percepción sensorial y el estado de ánimo. Él la consideró una herramienta para “aprender a leer La Creación, el libro escrito por el dedo de Dios, en el que todos los seres vivos estamos conectados a una base espiritual común”. Logró vislumbrar sus alcances y evitó llamarlo alucinógeno, prefirió el término enteógeno o Dios dentro de nosotros. Así diferenció una alucinación (confusa y engañosa) de una visión (clara y profunda).
Las fiestas de híkuri y teonanácatl
Investigador del poder curativo de las plantas o los espíritus que habitan en la naturaleza, Hofmann también logró sintetizar la mescalina del cacto del peyote o híkuri y la psilocibina del hongo o nanácatl conocido como derrumbe. Ambas son plantas sagradas prehispánicas cuyo uso ritual aún perdura con fines religiosos, curativos y espirituales entre las etnias del norte, centro y sur de México. El peyote crece en los desiertos del norte y es utilizado desde hace más de cuatro mil años por los huicholes, tarahumaras, coras y rarámuris, quienes realizan procesiones anuales hacia la tierra sagrada de Wirikuta para recolectarlo, rendirle tributo y abastecerse con fines rituales antes de celebrar el nacimiento del sol. Lo comen o lo beben con fines religiosos y curativos, para realizar largas travesías en el desierto y en reuniones nocturnas de cantos y bailes.Por su parte, el hongo psilocibino crece en las montañas del centro y sur del país durante la temporada de lluvias, es una planta sagrada de los mazatecos, zapotecos, mazahuas, nahuas y otomíes. Igualmente milenaria, la diversidad del hongo mexicano se ha utilizado con fines curativos y adivinatorios, se realizan ágapes nocturnos en la casa del curandero en los que se consumen para aliviar enfermedades y consultar soluciones y adivinaciones. Ambos cultos exigen ciertos ritos de purificación, abstinencia sexual y ayuno.Sin embargo, ni la mescalina ni la psilocibina tuvieron un impacto semejante al que tuvo la dietilamida del cornezuelo. Hofmann estudiaba la ergonovina para aplicarla en obstetricia porque el ergot, parásito de los granos y cereales, se usaba en Europa desde hacía siglos para dar a luz. En el 500 a.C. era el remedio más utilizado por las parteras para lograr la contracción activa del útero y ayudar a las mujeres a parir rápido y sin dolor. Conocían la forma de preparar un brebaje oscuro y suministrar la dosis necesaria para no matar a la madre o al nacido. Sabían que la diferencia entre el remedio y el veneno es la cantidad, debido a que este hongo microscópico también era el causante de una enfermedad dantesca llamada el Fuego de San Antonio, que se propagaba cuando había escasez de trigo y se hacía el pan con la harina del centeno parasitado. Los síntomas eran enegrecimiento de la piel, gangrena en las extremidades y locura hasta causar la muerte. Además, desde el 3000 a.C, el ergot también se conocía por sus propiedades psicoactivas en dosis mínimas.

Las fiestas de cornezuelo
Pese a que muchos estudiosos de la cultura helénica intentan negarlo y refutarlo, el espíritu psicodélico del cornezuelo era esencial en las fiestas a Deméter y a su hija Perséfone en el 2000 a.C. En la mitología griega, Deméter era la diosa de la agricultura y la fertilidad, con estas festividades los pueblos del Meditarráneo le rendían tributo a la tierra para obtener cosechas abundantes.En la leyenda sobre Deméter, su hija Perséfone es secuestrada por Hades, el dios de la muerte. La diosa sale en busca de su hija y al no encontrarla se encierra en su palacio olvidando fertilizar la tierra. Entonces la hambruna es terrible y Zeus tiene que negociar con Démeter: su hija pasará los meses de invierno con Hades en el inframundo y los demás con ella. La fiesta a Deméter era por el regreso de su hija, con ella volvía la vida a la tierra.Cada año, la multitud de sacerdotes y participantes se reunía en Atenas para empezar el ritual de purificación, se bañaban en el mar y ofrecían en sacrificio un cerdo. Listos para el sacramento, iban en procesión por el camino sagrado hacia Eleusis, el centro místico y religioso griego a unos 30 kilómetros de la capital. Al pasar un día de ayuno comulgaban con el kikeon o ciceón, una bebida de cebada oscura que surtía efectos visionarios. En seguida las personas entraban al Telesterion y poco se sabe sobre lo que ocurría adentro. Estaba prohibido hablar sobre la epoteia o revelación y hacerlo causaba la pena de muerte, por ello se les conoce como los “misterios eleusinos”. Finalmente celebraban una fiesta de la abundancia para comer, bailar y beber hasta el otro día. Entre los griegos era necesario participar por lo menos una vez en la vida en estos festejos que se realizaron durante dos mil años, desaparecieron en el 396 d.C., con el arribo del cristianismo impuesto por el emperador romano Teodosio y más tarde por el invasor godo Alarico.Montado en la línea espiral de la misma sustancia, el raver mexiquense está de vuelta en Valle de Bravo al amanecer. Un viaje largo como un parpadeo. A pesar del frío y el lodo se siente en sintonía con la naturaleza, como en las fiestas paganas que han sucedido en todos los pueblos del mundo, pero sin las raíces rituales, espirituales ni medicinales. Además, deja lleno de basura el bosque. Él desciende del trip, el llamado “zen inmediato” o la iluminación en un tris. Como dice Escohotado, “la fiesta es sagrada siempre que sea breve”.

* Publicado en la revista Replicante 18 dedicada a La Fiesta.



Tuesday, March 10, 2009

Mac is dead

Como los personajes de Blade Runner,
perdí toda la memoria

Estoy tratando de reconstruir mi pasado inmediato desde septiembre de 2008. Hace dos sábados en la madrugada escribía una colaboración para la revista digital Decir Revés y de pronto la mac se pasmó. La reinicié, pero no volví a saber de ella. El lunes se la llevaron a Emergencias Mac y el diagnóstico fue mortal: el disco duro estaba tan dañado que era necesario cambiarlo y la información quedó irrecuperable en esa cajita plana y verde Toshiba. Toda la memoria perdida desde 2005. Al revisar mis respaldos descubrí algo peor, que la última vez que hice uno fue en septiembre del año pasado, antes de irme a Mérida. Regresé y en diciembre-enero estuve yendo a Guadalajara a presentar el libro, a la FIL y a ver a mi chica, Jessica. Ahora estoy trabajando en una agencia del DF, pero ese capítulo de la Odisea en Zig-Zag sigue pendiente de contar, es ondulante y acontecido. Cinco meses completamente perdidos en textos, artículos, notas, archivos y documentos del libro y la editorial, imágenes, fotos, ilustraciones, colaboraciones en curso para Replicante, Bike a Fondo y TODO lo demás … Para tirarse por la ventana de un décimo piso.

La máquina hueca
El nuevo trabajo me tiene tan ocupado en la agencia que no he tenido tiempo de reparar en todo lo perdido y trato de reescribir los textos pendientes, sin embargo, me siento desanimado. Cuando me entregaron la mac con el nuevo disco duro sentí un desapego extraño hacia ella. Ésa máquina no era mi iBook G4 customizada, sino un cascarón vacío. Nada me unía a ella como antes, salvo la necesidad de sentarme a escribir con Deadhead en la tapa. Y nada me cuadra en ella desde que la volví a encender, con otra versión que parece incompatible con lo que suelo conectar, como el iPod y la cámara digital. Sé que perdí muchas cosas, pero aún no estoy plenamente seguro de qué hasta que lo necesite y lo busque, entonces caeré en la cuenta: ¨aaah, eso se perdió¨. Y todo por no respaldar...

Mi save queen de save screen
Éste es el primer texto que escribo en la máquina hueca, apenas empezará a generar contenido. He pasado horas revisando respaldos y pasando algunas cosas que me servirán para darle algo básico y reestructurarla, la otra ya era un laberinto personal con cuatro años de enredo. Como salvapantalla puse una fotografía que le tomé a Jess en el balcón de su depa, me gusta ver su sonrisa al encender la máquina. Con estos dos elementos deja de estar vacía y tiendo mis primeros lazos afectivos con esta vieja nueva mac.