Friday, October 23, 2009

Los Biciosos

La adicción saludable

Mi nombre es Rogelio Garza y soy cletómano.


De todas las adicciones que conozco la bicicleta es mi favorita. Recuerdo una campaña guerrilla de Nike con la que se dio a conocer el Cartel de las Endorfinas, pósters con una calavera y el encabezado: “Soy adicto”. Nada define mejor al cletómano. Así es el deporte, aunque a muchos les incomode el tema o se molesten porque sienten que la sombra del doping los persigue.
Esta adicción no tiene que ver con el consumo de sustancia alguna, sino con el proceso químico que sucede en el cerebro del cletómano cuando pedalea su bicicleta. Una sinapsis en la que se producen las codiciadas endorfinas (morfina endógena): adrenalina, serotonina y dopamina, neurotransmisores responsables de liberarnos del dolor, regular la alegría, la emoción, la tranquilidad y el sueño.

Fuel for rideAntes de un rol por la montaña: mate, pepsi kick (cafeína-ginseng), guaraná en polvo, power gel doble cafeína, galletas de amaranto y un plátano para evitar los calambres. Yeah!

Una reacción semejante sucede en el cerebro del creyente religioso cuando va por su dosis a la misa de ocho cada mañana. La religión es el opio del pueblo, decía Marx. Por eso esta otra campaña de Sport City compara la práctica deportiva con el fervor religioso, el “deporteísmo”, le dicen. Sin duda, el cletómano pedalea religiosamente su cleta y si pudiera le haría un altar. Lo interesante aquí es que el deporte también puede conducir a estados de conciencia alterada y éxtasis místico. Con razón el Papa Juan Pablo II, deportista y cletómano que pedaleaba 100 kilómetros de un tirón, consideraba el deporte un don divino. Recordemos que Dios es el dealer más grande del mundo.
Todos los cletómanos estamos acostumbrados a las endorfinas para funcionar. El día que no pedaleas te sientes incompleto. Lo mismo siente el fervoroso si no va a misa, algo le hace falta. En el caso del cletómano también influye el factor físico, que podría llamarse “opiáceo”. Más de tres días sin actividad traen consigo un síndrome de abstinencia: te entumes, se te quita el hambre, duermes mal, estás de mal humor, te sientes incómodo…
Todo ese malestar desaparece en cuanto empiezas a pedalear. El fix de la bici te alivia como por arte de magia. Por eso el cletómano siempre está buscando la oportunidad de darle al bicio, para él es la única forma de mantenerse en equilibrio. Y en el rol conoce a otros biciosos que tienen la necesidad de rodar a como dé lugar.

Bicioso
Frankie en el micrositio metiéndole al bicio.

Es normal que la gente común no lo entienda. No saben de lo que se pierden, pero tampoco de lo que el cletómano es capaz de hacer con tal de salir a dar el rol. A muchos les cuesta creer que pierdas el sueño y te levantes los fines de semana a las seis de la mañana para darle al bicio: subir una montaña fría, lodosa y húmeda. O pedalear en una carretera cubierta de niebla. O empaparse en el camino a comprar cualquier cosa. O ir a trabajar para llegar bien puesto. Sobran motivos para sacar la bicla.
Sólo hay una cosa más fuerte que una adicción: otra adicción. El mecanismo lo explica el escritor y cletómano Ernest Hemingway en El Fin de una Afición, un relato donde cuenta cómo dejó las carreras de caballos por las de bicicletas. El bicio, una vez que te encadena, no te suelta. Por eso el cletómano sólo quiere rodar sin importar el destino, lo que importa es el viaje, moverse y flotar en dos ruedas.

Lo bueno de ser cletómano es que con tu adicción contribuyes a que el mundo sea mejor. El bicio es saludable y ecológico, haces algo por un mundo sin obesidad, sin infartos ni diabetes, sin tráfico ni contaminación, sin calentamiento global ni cambio climático…
Mejor encadenarse al bicio y rodar. Voy a darme un rol.

Rol de drug
Rueda de bicicleta. Foto: Maru Sandoval.

Texto publicado en Cletofilia (www.cletofilia.com)

Tuesday, October 13, 2009

The Dead Weather II

Cuando rockear recupera su significado


Rockear
es un término desvirtuado. Hoy se usa para expresar la diversidad del desmadre, cualquier pendejada fresa que involucre reventón se considera rockear. En el sentido estricto es cada vez más difícil por la falta de grupos de rock con neurona y testosterona, tanto como por el dineral que se paga y los malabares que se hacen para ir a sus conciertos. Pero a veces la música es más grande que eso, sucedió con los Dead Weather en el Cuervo.No recuerdo el orden de las canciones que tocaron, fueron todas las de Horehound y dos covers más, “Forever My Queen” y “You just can’t win”. Si el disco suena oscuro y tormentoso, en vivo se abrieron como un pozo de sonido para tragarse a la audiencia hasta el fondo del rock. Lanzados al interior por la atracción musical, los del personal nos hundimos en una especie de arena movediza azul con el vértigo de estar cayendo en la negrura.

Los cuatro crean una atmósfera de rock espeso, tóxico, que se mueve con ritmo depredador y emite melodías trepidantes. Un guitarrista duro pero técnico, además de tecladista repleto de ideas y recursos. Una vocalista con actitud. Un personaje de tira cómica que propone su forma de tocar el bajo. Esperaba escuchar a White tocar la guitarra y estuvo casi todo el tiempo en la batería. No desmereció, sin embargo, sus intervenciones con la guitarra fueron de los mejores momentos, particularmente cuando tocó una versión eléctrica de “Will there be enough water?”, la cresta del concierto con el requinto que ejecutó.Lástima que los “críticos de rock” que escriben para la prensa de espectáculos y algunos locutores desmañanados le hagan el feo a White por “sobrevalorado”, “protagonista” y por la dosis de mercadotecnia que le inyecta a sus proyectos... el tipo tiene talento para rockear.

Thursday, October 1, 2009

The Dead Weather I

Música para hacer llover

Will there be enough water,
when my ship goes in?
And when I set sail,
will there be enough wind?


El 65 por ciento del cuerpo humano es agua. Se calcula que la edad del líquido que bebemos embotellado es de 3,500 millones de años, a eso suena este grupo de primitivos modernos que hacen música para hacer llover.

La Guerra del Agua
Agua Básica 1: Alex Cisneros http://www.flickr.com/photos/leconejua/3971771295

En la película Quest for Fire (La Guerra del Fuego, Jean-Jaques Annaud, 1981) se aprecia con crudeza la lucha entre las tribus prehistóricas por dominar el fuego. Según algunos especialistas, algo semejante sucederá con el agua debido al cambio climático que ha ocasionado sequía en el campo y escasez en las ciudades.

En 2003, durante una visita al Museo de Ciencia Natural de Houston, entrevisté al arqueólogo y antropólogo Dirk Van Tuerenhout al respecto: “Es un problema preocupante. Hoy los gobiernos hacen hasta lo imposible por apropiarse del petróleo, pero en el futuro vamos a tener más dificultades para tener agua. Ahora se hacen experimentos para reciclarla y obtener new water. Esto es fundamental, podemos vivir sin el petróleo y obtener combustibles y energía de otras fuentes, pero sin agua no podremos hacer nada”.

El sonido New Water
El término se presta para ponerle nombre comercial a un nuevo estilo, este sonido reciclado del rock duro y el blues fangoso. Si las palabras del director del museo tuvieran acompañamiento musical, ése sería sin duda The Dead Weather. Por alguna conexión entre el nombre del grupo, el calentamiento global y la letra de la canción “Will There Be Enough Water?”, el disco Horehound me parece la banda sonora de un diluvio que amenaza con hundir al mundo.

Y es que el Clima Muerto no es cualquier grupo escandaloso de garage, está integrado por rockeros de comprobada integridad encabezados por Jack White (White Stripes, The Raconteurs), Alison Mosshart (The Kills), Dean Fertita (Queens of the Stone Age) y Jack Lawrence (The Greenhornes, The Raconteurs). Egresados de puras bandotas. Quizá preocupados por la cuestión ambiental, los del distinguido cuarteto suenan poderosos, oscuros, arriesgados, y en los momentos finales pueden ser sublimes.Como una tormenta eléctrica, Horehound suelta unas cuantas notas en la cabeza antes de que una tromba auditiva se precipite con todo. El ambiente se oscurece y caen rayos que retumban como un martillo mitológico, uno tras otro: “Hang You From the Heavens”, “Treat Me Like Your Mother”, “Rocking Horse”, “Bone House”, “No Hassle Night” y la instrumental “3 Birds”. Mención especial merecen ese reggae bizarro que es “I Cut Like a Buffalo” y la versión ultra zeppeliana de “New Pony” de Bob Dylan. El blues en cuestión, el que motivó estas líneas, demuestra que para alcanzar la calma es necesario atravesar la tormenta.

En este punto la música es un inmenso azul sobre el que flota suavemente una barca fantasma. Se aleja y se pierde sobre el agua mientras la voz de la tristeza canta: Habrá suficiente agua, cuando mi barco entre? Y cuando navegue, habrá suficiente viento?. Un mundo sin agua es la muerte. Pero un mundo sin música es la muerte en vida. Las presentaciones de The Dead Weather en el Distrito Federal y Guadalajara el 8 y 9 de octubre se antojan necesarias, urbes donde escasea el agua y en las que vivimos sedientos de buen rock.