Thursday, September 25, 2008

Ley de Murphy al Cubo

La manzana de la vida

Tienes hambre, llevas días sin comer y ves una manzana en un árbol. Es la última y puedes imaginarte mordiéndola, saboreas esa oportunidad que la vida te puso para seguir. Tratas de bajarla, pero no la alcanzas. Así que vas a tu casa y sacas un banco, tampoco es suficiente. Regresas a tu casa y buscas la escalera de madera, encuentras una y descubres que está rota. Buscas un martillo para repararla y el martillo no aparece por ninguna parte. Tocas en la casa del vecino para pedirle su escalera y no tiene. ¿Un martillo? Tampoco. Te diriges a la carpintería para pedir prestadas las cosas, pero es sábado y el carpintero ya cerró, abre hasta el lunes. Das vueltas al árbol, pensando cómo bajar esa manzana. Lo intentas todo: tirarle objetos, sacudir las ramas, bajarla a palos. Y la manzana sigue como si nada. Tratas de escalar el árbol, pero te caes y te lesionas.
Esperas todo el domingo con hambre, enojado y adolorido. Llega el lunes y tienes más hambre que nunca. Regresas a la carpintería, pero la esposa del carpintero te dice que su esposo acaba irse hace cinco minutos y se llevó la escalera. Por supuesto, también el martillo. De nuevo vas al árbol, ahí está la manzana, pero por alguna razón no puedes tomarla. Es la Ley de Murphy al cubo. De pronto ves que alguien se aproxima y la manzana cae a sus pies como tirada por el aire. La persona la recoge y la muerde felizmente. Tratas de reclamarla, tú llevas días luchando por ella, si se cayó fue porque la dejaste flojita. Tienes que aprender a atraer lo bueno, te dice la persona, como yo que atraje esta manzana sin proponérmelo. Y sin esforzarte, piensas. Te vas a buscar otra manzana con buena actitud. Ni hablar, así es la vida.

* Xilitla, San Luis Potosí. Esta escalera hacia ninguna parte se eleva en el jardín surrealista del genial Edward James. Foto: Arlekin. www.viajeros.com

Sunday, September 14, 2008

Johnny y los Ramones

los héroes que le dieron independencia al rock*

El 16 de septiembre de 2004 murió Johnny Ramone, el guitarrista de punk-rock más rápido del planeta y fundador del grupo que alcanzó la inmortalidad con tres notas: los Ramones, cuyo grito de independencia para declarar la rebelión musical en los 70 fue el fabuloso Hey ho, let’s go! de Blitzkrieg Bop.
Nacido John Cummings en 1951, era el hijo problema de una familia trabajadora de Long Island que terminó la secundaria en un colegio militar. Cummings creció escuchando a Elvis y a los Beatles en Forest Hills, un suburbio neoyorquino donde soñaba con ser beisbolista o rocanrolero. Perdido el sueño de lanzar y batear porque nunca lo aceptaron en ningún equipo, dedicó el resto de sus días a tocar un rock furioso como su carácter.
En 1974, Cummings trabajó como albañil para comprarse una guitarra eléctrica Mosrite que le costó 50 dólares, el instrumento fundacional del grupo integrado por puros freaks del vecindario clasemediero de Queens: un dealer armado de nombre Douglas Colvin, un loco enorme llamado Jeff Hyman que vivía en el sótano de una galería de arte y un asistente de estudio musical, Thomas Erdelyi, con quien Cummings había tocado previamente en los Tangerine Puppets. Los cuatro cambiaron sus nombres y adquirieron una identidad urbana contraria al glitter de la época. Tras varios ensayos y ajustes en el periodo de gestación nació el cuarteto metido en chamarras negras y jeans rasgados: Johnny Ramone en la guitarra, Dee Dee Ramone en el bajo, Joey Ramone en la voz y Tommy Ramone en la batería. Aunque en ese momento sólo tenían nociones de cómo tocar sus instrumentos, estaban en el camino de cambiar el curso del rock.

¿Qué hay de nuevo, viejo?
Los Ramones modificaron la base musical sin proponérselo. Ellos sólo querían tocar algo emocionante para matar el tiempo, sin pretensiones artísticas, carente de habilidad, recursos económicos y aires intelectuales. Limitados hasta para tocar sus covers favoritos de los 50 y los 60, se vieron en la necesidad de crear un rock al alcance de sus monótonas capacidades, inventaron sus canciones, sounds a likes de aquéllos viejos hits. El resultado fue una contradicción auditiva, un choque del que brotó un pop en extrtemo agresivo y visceral, canciones cortísimas, particularmente veloces pero melódicas, guiadas por el zumbido ensordecedor de la guitarra, un ritmo desesperado y una voz gangosa por la sinusitis que cantaba acerca de matar por la espalda, golpear con bats de beisbol e inhalar cemento. Si bien no eran los únicos en esa escena poblada de auténticos talentos (Patty Smith, Television, Talking Heads), para horror de éstos sí fueron los más originales en ese momento y en su lugar de origen, el CBGB. El motor del cambio no fue la aptitud ni la aspiración creativa, sino la actitud y la enjundia con la que acometieron a la música y a la escena de su época.
Parafraseando a Bugs Bunny, ésta era la nueva forma de hacer el viejo rock. Que una banda de garage irrumpiera en el reino grandilocuente de las estrellas con la idea básica de un rock elemental, salvaje y alterado, era visto como un chiste o una amenaza. Less is more, de la mínima expresión lograron la máxima explosión, cada disco y cada presentación eran una catársis eléctrica y un elogio a la simpleza. El principio de Tommy al respecto era eliminar lo innecesario y concentrarse en la sustancia. Y se mantuvieron fieles a esto que más tarde se definió como un concepto de rock minimalista. Esta idea musical se desgastó sin perder su energía primaria, un impulso que prendió a varias generaciones para aplicar el pensamiento Do It Yourself y producir el llamado rock independiente, cooptado por la industria del entretenimiento en cada ciclo. El garage rock siempre ha existido y seguirá sonando, pero el efecto punk de 1974 se repitió en 1984 con el hardcore; en 1994, con el grunge, el happy y la música alternativa; en 2004, con el emo y el indie.

De albañil a arquitecto del punk rock
Con su guitarreo feroz, Johnny cimentó un rock sólido. No lograba tocar las notas normales en el tiempo indicado, por eso empezó a tocar tres notas a una velocidad inaudita. Lo único que tenía claro era el empeño contracorriente de tocar un rock sin trazas de blues para sonar distinto. Los Ramones, aprendices empíricos, trataban de seguirlo y cada uno fue improvisando su técnica al marcapasos unodostrescuatro. La de Johnny consistía en un movimiento de muñeca (no todo el antebrazo) y muchos huevos, ésta era la clave de su rapidez. En adelante agotó las posibilidades de la velocidad, la distorsión del amplificador y el volumen. Sus riffs encadenados en serie siguen siendo el ABC de toda clase de guitarristas.El último concierto del grupo fue el 6 de agosto de 1996 en Los Angeles. Durante 22 años de carrera grabaron 23 álbumes y dieron 2,263 conciertos alrededor del mundo. Pero este ritmo de vida mató a Johnny y los Ramones. Antes que él, sus compañeros fueron cayendo como soldados del Blitzkrieg Bop, héroes de cómic que murieron por la patria del rock. Primero fue Joey, falleció a los 49 años por cáncer linfático en abril de 2001. Le siguió Dee Dee, víctima de una sobredosis en junio de 2002 también a los 49. Y Johnny, que perdió contra el cáncer de próstata a los 55. Quedan el bajista de los últimos días, CJ, y Marky, el baterista con el mal del rockstar que insiste en tocar sus canciones. De los originales vive el gran Tommy, dedicado a la producción musical. En abril de 2002, el cuarteto de Queens ingresó al Salón de la Fama del Rock, reconocido como el grupo más influyente en los últimos 30 años.

* Texto publicado en Milenio Diario, El Ángel Exterminador, 14 de septiembre.

Tuesday, September 2, 2008

La Base

Agencia chica, pesadilla grande
Estuve un mes en La Base, la agencia de publicidad in-house de los Olegarios Vázquez Raña. Cinco días me bastaron para saber que no compartía la forma ni el estilo de gobernar del creativo que me contrató, conocido en el ambiente publicitario como El Botellas, quien intentaba imponer algo que podría confundirse con la esclavitud. En algún momento durante mis primeros días, Bottles sentenció con su mala vibra y cara de Alice Cooper: “Trabajar conmigo es una pesadilla”. Pensé que no quería vivir en la pesadilla de nadie, mucho menos en la de alguien así, porque mi viaje es superior. Más que un mal sueño se me hizo una pendejada trabajar de esa manera para llenar un ego ajeno y sin fondo. Así que renuncié a su pesadilla que ya empezaba a causar estragos en el flamante equipo. ¡Salud, pues!

Chavas chidas
Denise y Fernanda: dos copys de cuidado.

Pero no todo fue nefasto, el encierro tuvo su parte buena. Durante mi estancia en La Base estuve en una oficina con puras chavas chidas y un diseñador rockero: Mónica, Denise, Fernanda, Harumi, Erika y el Meme. Trabajar entre ellas fue lo único que me alivianó, junto con los gallos que prendíamos en la azotea.
!Uirc-Uirc!: las chics haciendo manitas de puerco.

Moni Castelazo: pronto será millonaria y espero que se acuerde de los pobres cuando suceda.

Por mi espíritu hablará la playera
Con Sergio Flores: el buen Serge & Destroy, director creativo y melómano de lo anticonvencional. Nos conocemos hace unos buenos años, él es fundador, pilar y mente maestra de La Base.

Lo mejor de pasar por La Base es que volví a ponerme mis playeras de rock. Desde que era un adolescente las colecciono, pero por alguna razón las dejé de usar y las tenía olvidadas. El primer día que entré aquí conocí a Richie, un diseñador que usaba una playera de Grateful Dead y escuchaba puro rock clásico. Fue como encontrar a un hermano perdido en el cosmos. Richie llevó una playera de rock distinta cada día y platicamos sobre música todas las mañanas, eso me prendió para ponerme de nuevo mis playeras. Llevé un par de los Ramones, una de gala de Social Distortion y dos de Grateful Dead: una es negra, en el centro tiene una Deadhead cubierta con una corona de rosas. La otra es ésta que se ve aquí.
La playera fantástica, una visualización de la canción St. Stephen. La ilustración es del artista gráfico Bob Thomas, diseñador e ilustrador de cabecera de Grateful Dead que se hizo famoso como “The Bear”. Es autor de Deadhead, portadas del grupo como Live Dead y los famosos Dancing Bears.

Esta playera tiene una historia curiosa, se la compré a un deadhead en Montreal. En un viaje, cierta noche salí a caminar por la zona roja de esta ciudad hasta dar con un pequeño establecimiento al final de una calle. En aquel deadend se permitía fumar yerba, según el letrero de neón a la entrada con la bandera de Canadá color verde. Supe de estos lugares en otro viaje a Vancouver, no te venden material pero sí pudedes llevar el tuyo y fumarlo. Y como en Vancouver, supe que alguna alma caritativa me invitaría un jalón de hydro. Entré y lo primero que vi fue al deadhead con esta playera fantástica, estaba sentado en una mesita fumando un tremendo porro con tabaco. Me acerqué y le pedí que me vendiera la playera. Jaja, se reía detrás de sus largos rizos rubios que le cubrían la mitad de la cara. Le ofrecí la playera que traía puesta y 25 dólares canadienses con el argumento de que en México jamás encontraría una así. Buena onda, el rubio accedió a vendérmela. Cerramos el trueque con unas profundas fumadas y al final salí volando como niño héroe, envuelto en mi playera.
Richie al momento de estrenar la playera. Si verla es un viaje, imagínate traerla puesta…

Pues esta playera la llevé el último día que estuve en La Base. El día anterior le dije al Richie: mañana voy a traer La Playera de Rock Total, después de ésa no hay más. Jaja, se reía también. Llevé la playera puesta y surtió el mismo efecto que el ayate de la guadalupana (insisto, se le apareció a Juan Diego en un viaje de hongos). Jaja, ¿no que no? Me gustaba tanto que sólo llegué a usarla en ocasiones muy especiales, no más de cinco o seis veces. Al final se la regalé a Richie porque me cayó chingón y porque sólo él sabría apreciarla y usarla con la devoción necesaria.