Es curioso lo que cae de la memoria cuando se sacude la cabeza en un concierto de AC/DC. Este grupo forma parte de mi segunda etapa rockera, crecí escuchándolo a fondo, no podía perdérmelo. Pero el precio rockstar de los boletos estaba fuera de mi presupuesto rocker, en llamas, además, por una deuda que me cogió por sorpresa. Pobre y sin chemo, colgué en el facebook un S.O.S. y lo maldije con Back in Black. Al final del día, cuando medio mundo calentaba el motor para rockear y yo me quedaba con los ratones de la agencia, la plegaria maligna funcionó. Un efecto de fe negra. Ningún santo me hubiera concedido este boleto. A las siete de la noche, Juan Alberto Vázquez me dijo que se rifaba con uno. Casi se lo arrebato por el messenger.
“Sácalo, antes que nos lleve el Diablo”

65 mil almas perdidas

La primera rola fue para ajustarle las tuercas al sonido. El verdadero arranque sucedió en seguida, recetaron una sobredosis de rock pesado, el boogie metálico –como lo definió Oscar Enrique Ornelas- que lo mismo hizo brincar al punk que al metalero o a la niña fresa que enseñó sus enormes tetas en las pantallas, meciéndose sobre los hombros del novio. Ahora sí que un festín de rock, sexo, luz y fuerza. Entonces los adolescentes nos miraban divertidos agitar la cabeza con Hell Ain’t a Bad Place to Be, Back in Black, Dirty Deeds Done Dirt Cheap, Shot Down in Flames, Thunderstruck… Sencillamente grandes. ¿Cómo lograr su estilo en vivo, en un concierto masivo, con auténtica fidelidad, potencia, nitidez y precisión? Siendo AC/DC, garantía de rocanrolez maligna, sin baladitas tontas ni otros suavizantes, puro rock rudo, sucio, necio. Me clavé en la mancuerna de los dos hermanos (me late mucho el sonido y el ritmo de Malcolm Young) y el estupendo Brian Johnson. Pero Angus Young es un tipo fuera de serie, un guitarrista excepcional y concepto viviente de chavo cabrón, metido en su mítico trajecito de estudiante del que se fue despojando en un strip tease. Justamente llamado el guitarrista con el Diablo en los dedos, una figura emblemática del rock que mantiene viva, con humor inusual, la idea de la rebeldía.
El headbanging es un ejercicio mental
Mientras perdía la voz y la cabeza, los recuerdos con AC/DC hicieron pop en mi mente, como si la memoria fuera un árbol que dejaba caer las manzanas prohibidas con cada sacudida: las tardes que pasé con mis primos escuchando Back in Black, le rendíamos culto a este disco. O la ocasión que tocaron hace trece años en el Palacio de los Deportes, iba con Horacle y nos habíamos tomado unos aceites tremendos que nos sacaron chispas. O cuando pasé casi una noche entera en el baño de un Holiday Inn, escuchando el caset de For Those About to Rock en una grabadora de Radio Shack para no despertar a los demás. O el gorro negro con letras blancas que compré en Nueva York para el frío que despertó las más inesperadas simpatías en la calle. El quinteto agarró vuelo y el concierto avanzó a toda marcha con Black Ice, The Jack, Hells Bells, Shoot to Thrill, War Machine, Dog Eat Dog, You Shook Me All Night Long, TNT…
De las anécdotas que recordé estuve flotando en una de la secundaria del Cristóbal Colón, donde un día prohibieron intercambiar discos (LPs) y llevar playeras estampadas con el nombre de tu grupo favorito. Por supuesto, AC/DC encabezaba el top ten de un siniestro director llamado Manuel Mijares (un pro nazi quien murió el año pasado en un accidente alpinista). Pues el conecte de material discográfico se daba atrás de las aulas espaciales de Lomas Verdes, como si de algo ilegal se tratara, y así fue como llegó a mis manos una colección de AC/DC: Dirty Deeds, High Voltage, Let There Be Rock, Power Age, If You Want Blood You’ve Got It y Highway to Hell. Por alguna razón se olvidaron de ellos y Bola, el broder que me los había corrido, dijo que los guardara algún tiempo… era evidente que había algo chueco con esos discos, como la música torcida que contenían, pero no quise preguntar y me dediqué a escucharlos. Durante un año los hice sonar, grabé casets y torturé a todos en casa sin proponérmelo, hasta que sucedió lo inevitable, los dueños de los discos, el Topo y su hermano Alex, tocaron a mi puerta para reclamarlos. Tuve que entregarlos. Los tres, Bola, Topo y Alex, son grandes amigos a quienes aún frecuento.


5 comments:
Let there be rock...
los sucios deberes hicieron barata la mugre (y no pude ir, chin.)
For those about to rock we salute you!!
12/11/2009 9:31 pm llega un mensaje a mi celular con la palabra "Yeeaah!"... jajaja ... pocos minutos después empieza uno de los conciertos mas divertidos que he vivido.
Los "adultos contemparaneos" que asistiemos al evento (al menos con los que yo fui) nos metimos a la maquina del tiempo y nos pusimos una PEDOTA comos esas de hace 20 años atrás en el Rock Stock o la Iguana Azul... sólo que con ACDC en vivo.
chale, qué envidia, pero de la chingona. Chido por el textín y chido por el Juan Alberto.
Muchas gracias Rockgelio.Un abrazote.
RASZI
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