los héroes que le dieron independencia al rock*
El 16 de septiembre de 2004 murió Johnny Ramone, el guitarrista de punk-rock más rápido del planeta y fundador del grupo que alcanzó la inmortalidad con tres notas: los Ramones, cuyo grito de independencia para declarar la rebelión musical en los 70 fue el fabuloso Hey ho, let’s go! de Blitzkrieg Bop.
Nacido John Cummings en 1951, era el hijo problema de una familia trabajadora de Long Island que terminó la secundaria en un colegio militar. Cummings creció escuchando a Elvis y a los Beatles en Forest Hills, un suburbio neoyorquino donde soñaba con ser beisbolista o rocanrolero. Perdido el sueño de lanzar y batear porque nunca lo aceptaron en ningún equipo, dedicó el resto de sus días a tocar un rock furioso como su carácter.
En 1974, Cummings trabajó como albañil para comprarse una guitarra eléctrica Mosrite que le costó 50 dólares, el instrumento fundacional del grupo integrado por puros freaks del vecindario clasemediero de Queens: un dealer armado de nombre Douglas Colvin, un loco enorme llamado Jeff Hyman que vivía en el sótano de una galería de arte y un asistente de estudio musical, Thomas Erdelyi, con quien Cummings había tocado previamente en los Tangerine Puppets. Los cuatro cambiaron sus nombres y adquirieron una identidad urbana contraria al glitter de la época. Tras varios ensayos y ajustes en el periodo de gestación nació el cuarteto metido en chamarras negras y jeans rasgados: Johnny Ramone en la guitarra, Dee Dee Ramone en el bajo, Joey Ramone en la voz y Tommy Ramone en la batería. Aunque en ese momento sólo tenían nociones de cómo tocar sus instrumentos, estaban en el camino de cambiar el curso del rock.
¿Qué hay de nuevo, viejo?

Los Ramones modificaron la base musical sin proponérselo. Ellos sólo querían tocar algo emocionante para matar el tiempo, sin pretensiones artísticas, carente de habilidad, recursos económicos y aires intelectuales. Limitados hasta para tocar sus covers favoritos de los 50 y los 60, se vieron en la necesidad de crear un rock al alcance de sus monótonas capacidades, inventaron sus canciones, sounds a likes de aquéllos viejos hits. El resultado fue una contradicción auditiva, un choque del que brotó un pop en extrtemo agresivo y visceral, canciones cortísimas, particularmente veloces pero melódicas, guiadas por el zumbido ensordecedor de la guitarra, un ritmo desesperado y una voz gangosa por la sinusitis que cantaba acerca de matar por la espalda, golpear con bats de beisbol e inhalar cemento. Si bien no eran los únicos en esa escena poblada de auténticos talentos (Patty Smith, Television, Talking Heads), para horror de éstos sí fueron los más originales en ese momento y en su lugar de origen, el CBGB. El motor del cambio no fue la aptitud ni la aspiración creativa, sino la actitud y la enjundia con la que acometieron a la música y a la escena de su época.

Parafraseando a Bugs Bunny, ésta era la nueva forma de hacer el viejo rock. Que una banda de garage irrumpiera en el reino grandilocuente de las estrellas con la idea básica de un rock elemental, salvaje y alterado, era visto como un chiste o una amenaza. Less is more, de la mínima expresión lograron la máxima explosión, cada disco y cada presentación eran una catársis eléctrica y un elogio a la simpleza. El principio de Tommy al respecto era eliminar lo innecesario y concentrarse en la sustancia. Y se mantuvieron fieles a esto que más tarde se definió como un concepto de rock minimalista. Esta idea musical se desgastó sin perder su energía primaria, un impulso que prendió a varias generaciones para aplicar el pensamiento Do It Yourself y producir el llamado rock independiente, cooptado por la industria del entretenimiento en cada ciclo. El garage rock siempre ha existido y seguirá sonando, pero el efecto punk de 1974 se repitió en 1984 con el hardcore; en 1994, con el grunge, el happy y la música alternativa; en 2004, con el emo y el indie.
De albañil a arquitecto del punk rock

Con su guitarreo feroz, Johnny cimentó un rock sólido. No lograba tocar las notas normales en el tiempo indicado, por eso empezó a tocar tres notas a una velocidad inaudita. Lo único que tenía claro era el empeño contracorriente de tocar un rock sin trazas de blues para sonar distinto. Los Ramones, aprendices empíricos, trataban de seguirlo y cada uno fue improvisando su técnica al marcapasos unodostrescuatro. La de Johnny consistía en un movimiento de muñeca (no todo el antebrazo) y muchos huevos, ésta era la clave de su rapidez. En adelante agotó las posibilidades de la velocidad, la distorsión del amplificador y el volumen. Sus riffs encadenados en serie siguen siendo el ABC de toda clase de guitarristas.

El último concierto del grupo fue el 6 de agosto de 1996 en Los Angeles. Durante 22 años de carrera grabaron 23 álbumes y dieron 2,263 conciertos alrededor del mundo. Pero este ritmo de vida mató a Johnny y los Ramones. Antes que él, sus compañeros fueron cayendo como soldados del Blitzkrieg Bop, héroes de cómic que murieron por la patria del rock. Primero fue Joey, falleció a los 49 años por cáncer linfático en abril de 2001. Le siguió Dee Dee, víctima de una sobredosis en junio de 2002 también a los 49. Y Johnny, que perdió contra el cáncer de próstata a los 55. Quedan el bajista de los últimos días, CJ, y Marky, el baterista con el mal del rockstar que insiste en tocar sus canciones. De los originales vive el gran Tommy, dedicado a la producción musical.

En abril de 2002, el cuarteto de Queens ingresó al Salón de la Fama del Rock, reconocido como el grupo más influyente en los últimos 30 años.
* Texto publicado en Milenio Diario, El Ángel Exterminador, 14 de septiembre.