Tuesday, December 19, 2006

¿Quién mató al Gansito Marinela?


50 años son nada


Al igual que tantos millones de mexicanos, en mi dieta habitual incluyo el ya famoso pato al orange, nombre fino con el que se conoce al Gansito y al refresco de naranja. En esta ocasión no se trata de llamar la atención sobre el nulo valor nutrimental del pastelito con gaseosa, los peligros de la diabetes ni de llamarle chatarra a la comida que hace felices a tantas personas, sino de señalar la poca consistencia del pan.

Recuérdame, los malos hábitos no se olvidan. Todos los días, entre las cinco y las seis de la tarde, suelo consumir este platillo y sus respectivas variantes. Es la hora del azúcar, cuando el organismo pide a gritos una dosis de algo dulce sin la cual es incapaz de realizar actividad alguna. La energía se esfuma, se pierde la concentración y sólo se recupera hasta comer chocolate o algo que lo tenga. Un amigo suizo no conocía el Gansito hasta que vino a México y lo introduje. Me contaba que allá a los escolares de primaria y secundaria les daban una manzana al día al entrar al colegio. Aquí, en cambio, los papás nos daban dinero para comprar un Gansito y un Boing en la tiendita de la escuela. Me pregunto si eso tiene que ver con el nivel de cada país, ¿qué son nuestros pastelitos junto a los chocolates suizos? Hace algunos años supimos que a un grupo de escolares se les aplicó una prueba muy sencilla, tenían que identificar a los autores de ciertas frases. Todos sabían que “Recuérdame” era la palabra del Gansito, pero ignoraban quién había dicho “El respeto al derecho ajeno es la paz”. El de Marinela sí le hizo a Juárez lo que el viento no pudo, sin embargo, con todo y su top of mind, hoy agoniza en el peor de los olvidos.
Crecí durante los años setenta en un sitio llamado Lomas Verdes, al norte de la ciudad, en el Estado de México. Era una zona remota donde sólo había montes y cuevas por explorar. Pasábamos las tardes enteras en el campo, cazando ratones y atrapando ranas, eran días en los que apostábamos todo por unos Twinky Wonder. Para conseguirlos teníamos que ir hasta la única tienda que existía a la redonda, a unos veinte minutos de distancia, el puesto de lámina de Don Ramón, que hasta la fecha existe con los mejores tacos de suadero y chicharrón en la zona. Cuando mi mamá nos mandaba por las tortillas con el Donra, el motivador infalible era que con el cambio podíamos comprar los dichosos pastelitos. Entonces se organizaba una expedición en bicicleta en la que participaban todos los chavitos de la calle. Hoy sabemos que el éxito de estos productos se debe en gran medida a su distribución y a su publicidad, prácticamente llegan a cualquier lugar por más recóndito que sea. Pues en aquel sitio alejado de todo, la camioneta de Wonder era el equivalente a un barco español cargado de riquezas o a la diligencia del oeste llena de oro. Comerse unos Twinkys era disfrutar un tesoro al final del día.
Pero Lomas Verdes se ha convertido en una gran mole de concreto hundida en contaminación y los Twinky Wonder se deshacen entre los dedos antes de sacarlos del empaque. La vida se ha deteriorado en todos los aspectos, se vuelve amarga como el Chocolate Abuelita sin abuelita. Mientras observo cómo se construyen fraccionamientos sin medida y zonas comerciales saturadas, intento disfrutar uno de estos raquíticos pastelitos sin dulzura. ¿Quién mató al Gansito Marinela?
No hay que dejarse engañar con fábulas maléficas, la teoría del complot perpetrado por los Pingüinos, el Chocotorro y el Negrito es tan creíble como las del fabricante de complots. Incluso en la mesa de la familia mexicana circuló la noticia de que el Gansito de los anuncios creció, engordó y se quedó sin trabajo. Que vagó por estudios de cine y televisión haciendo papeles de extra, enfermo por inhalar tanta nieve que le caía en sus comerciales. Hasta que llegó al programa de Chepina, donde terminó actuando como el ingrediente principal. Lo más triste es que ya nadie lo recuerda, ni siquiera su creador, el único responsable de este abandono criminal, nada menos que el Osito Bimbo. Así como se ve de tierno es dueño de todas las marcas de pan dulce que conozco: Marinela, Wonder, Tía Rosa, Suandy, El Globo… Él decide la suerte de cada pastelito, galleta y pan de caja. Eso no me preocupa, pero ¿a quién se le antoja un pastelito triste y desabrido, cada vez más apachurrado y vacío de relleno? Es lamentable comerse un Chocotorro pálido, flaco y sin sabor. Se entiende que el Chocotorro sea el primo feo del Gansito, como los Twinkys de los Submarinos, pero no es para descuidarlos así, ¿o sí? Parece que el Osito ha bajado sus costos de producción, no es que sean ingredientes de baja calidad, para nada, pero parece que le echan agua a la masa y con la medida de dos pastelitos ahora se hacen cuatro. Por eso, en vez de mantener la consistencia del pan, ahora los Pingüinos vienen en charolitas de plástico para evitar que se deshagan en el camino a la tienda, imposible sacarlos sin que se desmoronen… ¿y el relleno cremosito? ¡Tenga sus cremas!
Habrá quien diga que esa consistencia que le arrebata a uno el placer de la primer mordida se debe a las vitaminas que le agregan o que ahora los Chocorroles y los Rollos son más largos y por eso se doblan y se quiebran al abrirlos. El tesoro al final del día se arruina. Tan inútil sería tratar de atribuirle un valor alimenticio a estos pastelitos como de explicar el efecto de comerse uno. Es algo parecido al de la Coca Cola, que tiene el plus de la cafeína, ¿quién puede negarse a una? Sabemos que el mundo se divide entre los que beben Coca y los que toman similares, ellos se la pierden.
Como consumidor habitual de estos pastelitos, leal desde niño, deseo expresar mi inconformidad y exigir al dueño del pan en México que se vuelva a la calidad y al sabor de antaño. Que reviva a Doña Sara García si es necesario, y ya entrados en gastos, que vuelva a sacar las Relledonas Wonder pero en paquete de cuatro. ¿Por qué las dejó de hacer el Osito? Moraleja: la dieta del mexicano necesita ser menos escuálida, por ello es imperativo volver a la vida a la gran familia del Gansito Marinela, nuestro pastelito favorito. Recordémoslo como se merece.

9 comments:

.Angietepetl. said...

A pesar de ser más pequeña que tú a mi todavía me tocó crecer bajo el techo de una madre hippie-depresiva que me instruyó perfectamente en los hábitos alimenticios.

Soy incpaz de tomar un refresco pero además la Coca me da dolor de estomago. Jamás compré (ni compro) panesitos Bimbo y Marinela. Especialmente el gansito lo consideré siempre empalagozo y desagradable por su sabor chocolate artificial como los pingüinos, roles, bubu lubu y demás. Tampoco existió el día en que llevara un sandwich de pan blanco (jamás he comprado una barra de blanco!!!) con mayonesa, jamón y queso amarillo, nunca como buen niño mexicano del siglo XX.

Pero eso sí, no le digas a mi madre por favor! que en ocaciones a escondidas me gustaba atascarme los 3 submarinos de vainilla y tripear con su hiper dulce relleno cremosito.

Unknown said...

Pues yo la verdad si disfrute la mejor parte de mi niñez a principios de los 70's disfrutando todos estos lujos de sabor... el gansito era grande, grande en verdad no te cabia en la palma de la mano (y no porque fuera uno niño y tuviera las manos mas chicas) los twinky's eran una delicia, era toda una fiesta en el paladar aquel exquisito sabor a chocolate del de antes que si era natural no como los substitutos de ahora...
inclusive el twinky tenia promociónes dentro de sus empaques como figuras para armar de plastico como cohetes espaciales, autos antigüos y aviones... y no eran como ahora que son 3 piezas y ya imaginate que es un carro o un avion; no eran verdaderos rompecabezas de 15 o mas piezas para armarlos sin instrucciones.

Esos tiempos ya no volveran, adios al verdadero gansito, el de los comerciales que era un pato real no un dibujo animado con pretensiones de niño extremo!!!

Ross said...
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Ross said...
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Ross said...
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Ross said...
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Ross said...
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Unknown said...

cierto...la calidad ya no existe en los pastelitos. creo tristemente que solo nos queda la nostalgia, ver una imagen antigua de los deliciosos pastelitos de marinela, wonder,etc. y recordar lo que algun dia fuera, lo mejor de nuestra niñez.

soy de los finales de los 80 s y todavia pude disfrutar de los tesoros del sabor...

José said...

Algo que cambió también fue la envoltura. Antes era transparente y uno podía ver si el Gansito venía aplastado o entero. Había a quienes les valía madres si estaba aplastado y podía ver la mermelada de fresa y el relleno cremosito y otros que éramos más payasos y solo comprábamos un Gansito impecable. Luego me compraron un hamster y a un wuey se le ocurrió decir que las chispas de chocolate parecían cacas de hamster y cada vez que me comía un Gansito no podía dejar de pensar en mi hamster y sus cacas. Siempre imitado jamás igualado: así como asesinaron a Gansito este pastelito no dejó florecer a Dálmata, a Flippy, a Pipiolo. La novedad del Chocotorro fue su palito de paleta para que te lo comieras congelado.