Sunday, January 21, 2007

¿Dónde está Bubulín?***


El pasado musical de una persona va ligado a su historia familiar. De nada sirve negarlo, quienes nacimos entre las Olimpiadas de 1968 y el Festival de Avándaro en 71 (o entre Tlatelolco y el Halconazo) tenemos renglones oscuros, casi siempre inconfesables, en nuestro pasado musical. Y los más duros, esos que juran por estos que jamás escucharon a Parchis y que reniegan de Timbiriche, esos son los más sospechosos de todos.
El otro día fui a la casa donde viven mis jefes y mi mamá me dio una caja llena de cosas inútiles que se encontró por allí arrumbada. Entre esos objetos olvidados encontré dos casets: Can’t stop the music de Village People y El Mundo y los amigos de... El Duende Bubulín. Sobre los intérpretes de Macho man no tengo cosa qué decir, salvo que esa cinta me la regaló mi mamá porque a ella le gustaba la canción YMCA -que usaron como tema de una convención a la que asistió hace muchos años-, imprescindible en bodas, quince años y graduaciones con ese baile medio rarito que muchos recuerdan bajo los efectos de las cubas y las notas de un grupo versátil.
Pero sobre Bubulín...
¿Qué onda con ese Maestro? ¿Alguien sabe dónde está?
Un duende que vivía en un hongo gigante... me acuerdo que cuando salía y se dejaba ver en la televisión, cantaba y contaba cuentos prometiendo un reino de magia y saber, algo muy parecido a lo que hacía María Sabina. En medio de un bosque de flores y honguitos bajo el arcoiris, Bubulín, más elevado quizá que el mismísimo San Francisco de Asís, tenía el poder de hacer hablar, cantar y bailar a los animales. Nos daba sabios consejos, narraba historias fantásticas, era ecologista y componía canciones subliminales, cachondonas y pacheconas como El Osito peludito y juguetón y Yeyo el camello. Estábamos, sin lugar a dudas, frente a un auténtico chamán infantil.
Acercándose a ellos con el debido respeto, los honguitos son como los niños: puro amor. Los niños viven en un viaje constante, semejante al de la psilocibina, cuyos efectos se diluyen y desaparecen con la edad. ¿Quién no tuvo alucinaciones cuando era niño? Bubulín lo sabía muy bien, conocía las profundidades de ese divertido viaje y en sus canciones se hizo acompañar de muchos, hongos y niños. Dejen que los niños se acerquen a mí, declaró Nick Cave a la revista Speak, retomando las sabias palabras del primer jipi en la historia de la humanidad, quien se pasó nada menos que cuarenta días en el desierto -cuando tres bastan para salir gateando y medio muerto-, antes de tener algunas de las visiones y revelaciones que marcarían el curso de la raza humana.

En corto: Bubulín es amor.

El Mundo y los amigos de... El Duende Bubulín me lo regaló mi papá cuando tenía yo unos cinco años. No sé porqué lo dejé olvidado en esa caja. Mi jefe siempre se ha mochado con buena música y para muestra hace poco me regaló Spiritual songs, el blues más primitivo grabado en las cárceles de Louisiana y Mississippi con el eco y los instrumentos originales: voces, palmas y una guitarra ocasional.
La clasificación de clásica es muy superflua para esta obra. Preferible referirse a ella como una colección de canciones que inculcan el conocimiento de la Naturaleza (el contacto perdido entre el hombre y la tierra) y la música (el pulso de la humanidad). No se trata de resucitar a alguien para enriquecerse con la venta de sus discos (aunque, pensándolo bien, no sería mala idea hacer una edición en compacto, con portada original y toda la cosa), sólo de reconocer la espiritualidad en la música de Bubulín, ese elemento esencial que sólo puede venir de un artista ins pirado. Si los grupos mexicanos de rock le hicieran un homenaje, ahorita mismo saldría corriendo y lo compraría sin pensarlo dos veces, pero eso es imposible, la mayoría de nuestros roqueros están muy ocupados en rendirle tributos a José José y a Juan Gabriel, sus héroes de la infancia, que a un personaje del calibre de Bubulín.
A ver, ¿quién a mediados de los setenta del siglo pasado tiraba este tipo de rollos a los niños? ¿Chabuelo? ¿Cepillín? ¿El Chavo del Chocho? ¿Capulina? Sólo el genial e incomparable Cri-Cri. Pero Bubulín era más underground, más macizo y acelerado, seguramente por eso sacaron del aire su programa y quedó en el olvido, porque Él no trataba de vendernos a huevo paletas Tutsi Chupa Pop, juguetes Mi Alegría, Muebles Troncoso o Pingüinos Marinela; pero sí proponía acercarse a otro estado de conciencia a través del canto, el cuento y el champi. ¡Qué nivel, planos tan altos que son inaccesibles para las mentes chaparras!
Después vinieron otros duendes que llegaron por la televisión, como los pitufos, que introdujeron una nueva modalidad del sexo entre los niños: el montón a la Pitufina. Pero Bubulín era único, pudo haber sido el guía espiritual que muchos no hemos encontrado en estos tiempos de confusión y, sin embargo, nadie sabe decir con exactitud dónde está. Le encuentro cierta similitud con Carlos Castaneda, quien después de dejar las Enseñanzas de Don Juan desapareció y poco o nada se volvió a saber de él. Pero el discípulo de Juan Matus todavía se aparece para iluminar a unos cuantos, a los elegidos, y ha publicado varios libros; Bubulín no. Si es que vive, lo más probable es que esté en retiro total en lo alto de una montaña, conversando con los espíritus de la naturaleza. Qué Sai Baba ni qué David Koresh, la verdadera onda es El Duende Bubulín. Encontrarlo puede convertirse en una misión que le dará esperanza a miles de personas. Él debe ser la luz para el resto de nosotros.

2 comments:

Ali Heredia said...

No puede ser, si existió...
tengo dos amigos k mientras fiestean dicen: "vamos a ver al duende bubulin" o "ya andaba viendo al duende bubulín"

y yo pensando: pobre par de pachecos

GiGa said...

ey, yey, yey! yo recuerdo ese cassette, pensé que era mîo...
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Y es cierto, por ejemplo yo durante mucho tiempo relacioné los hongos, el arcoiris y al duende... de esos recuerdos que se te graban como ideas fijas. Luego puedo decir que mi Bubulîn fuiste tú...jiji :)

De dónde lo habrá sacado el Papá?

Oye, tienes tu el de la Pink Panter verdad? 1/2